lunes, 8 de agosto de 2011

Nonpalidece en el nuevo Petecos


El frío clamaba su lugar en la noche porteña. Los cuerpos se habían congregado y esperaban tranquilos en Petecos (ex Lomas de Zamora) que mudó su escenario, barras y música al barrio de La Boca. Entre conversaciones y sonrisas, tan natural como parte del ritual de la espera emergieron los integrantes de Nonpalidece, encabezados por la alta figura de su cantante, Néstor Ramljak (Néstor, para los amigos)

La apertura se produjo con “Tu recompensa“ como premio de hacer las cosas de corazón. Seguida de “En el aire”, alegoría de la belleza de encontrarse entre tantos. Un público entusiasta, que sin ninguna timidez, solicitaba temas a través de cantos y brazos en alto. La respuesta no se hizo esperar con “Revolución” y el efecto wah wah de la guitarra de Bruno Signaroli.

Con ese carisma propio de un buen frontman, Ramljak arengó en busca de aliento y elogios. Como recompensa de afecto recibido se escuchó “Nuestras ideas” para dejar en claro que cada cual representa un destino, frase bien acompañada por los bronces de Agustín Azubel. Al promediar la hora, el clima de fiesta se hallaba en su momento cúlmine, en medio de la comunión entre artista y seguidor, se cantó el feliz cumpleaños a uno de los presentes en el piso. Después tema instrumental para dar descanso a la voz de (a esta altura lo podemos llamar) Néstor.

La universalidad del reggae, ese no conocer fronteras ni banderas, derivó en el cover “Catch a fire” del inmortal Bob Marley. La buena vibra continúo en la velada, rostros complacidos y ávidos de más música invitaron a la banda a tocar los temas solicitados, especie de ensayo abierto. Entre gritos y otros ademanes, los tracks del primer disco como “Brilla“, “Mr. Muzik” y otros fueron los ganadores de la pulseada.

Presentación obligada de la banda para dar finalizada una noche en la que el clima invernal no aplacó ese sentir de la música tanto desde arriba del escenario como abajo del mismo.



Alojamiento cerca del Barrio Chino

jueves, 4 de agosto de 2011

A 10 años del último show de Los Redondos


El año sabático que determinó la posterior separación de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota cumple hoy una década. Todo comenzó como una salida elegante y sin demasiadas aclaraciones, una fuga hacia delante para abonar el misterio de una de las bandas más populares del rock argentino. Abajo, en secreto, las serias diferencias internas entre sus socios fundadores abrieron heridas que siguen hasta hoy y, en cierto modo, provocaron el efecto diáspora de Los Redondos: las carreras solistas del Indio Solari y Sky Beilinson, el fuego cruzado entre los líderes por el manejo del patrimonio artístico del grupo y la prédica incesante de miles y miles de fanáticos que no pierden la esperanza de un regreso proyectan la sobrevida del coloso dormido. Diez años atrás, esos actores celebraron el rito demencial de la pasión sin filtros cuando la banda platense ofreció su última misa en el estadio Chateau Carreras (hoy Mario Kempes), de Córdoba. La cifra oficial estimó una asistencia de 45 mil personas, sumado a una producción faraónica con varias pantallas gigantes y un sonido que alcanzó la cima de los 200 mil watts de potencia para ambientar una velada que el tiempo convertiría en única, irrepetible y final.

La tarde noche del sábado 4 de agosto se presentaba ideal, mucho calor en el campo para olvidar el frío cordobés y todos los escollos que tuvo que sortear la organización del show. Al frente de esa empresa independiente, la brava Negra Poli (manager histórica) se batía a duelo con jefes policías y funcionarios del gobierno provincial, y el propio intendente de aquel momento, Germán Kammerath, se había puesto al mando de las previsiones, atento a los incidentes ocurridos en los últimos recitales en River y el Centenario de Montevideo. Todo funcionó a la perfección, salvo la imprudencia de un fanátíco que terminó en tragedia: Jorge Felippi, ricotero de 31 años oriundo de Santa Fe, murió antes de comenzar el show al caer en forma accidental desde una tribuna alta del estadio Olímpico de Córdoba. “Nos enteramos después del show. Por lo general, cuando había algún problema que no veíamos desde el escenario nos avisaban al final”, recuerda Semilla Bucciarelli, bajista y pieza fundamental en la pared sonora de Los Redondos, hoy inmerso en el mundo de la plástica. “El recuerdo que tengo es que fue un muy buen show en cuanto a sonido. Teníamos ganas de tocar, creo que hubo una animación del Mono (Rocambole), pero tengo en mi cabeza miles de imágenes de los shows, pero no sé de cuál se trata”, dice, y cuando su memoria intenta hurgar en algún detalle que presagie el futuro de la banda, responde que no, “fue todo muy sorpresivo, inclusive la actitud que se tomó hacia nosotros, no la esperaba, realmente me sorprendieron”.

El show arrancó pasadas las siete de la tarde, Unos pocos peligros sensatos , contagioso y energético, abrió una lista de 25 temas con Momo Sampler como excusa de estreno y los clásicos para sostener la férrea comunión ricotera, un pogo sostenido por banderas de identidad barrial y bengalas como llamaradas de euforia, nadie podía pensar en ese momento que esos fuegos internos a cielo abierto provocarían -tres años después- tanta muerte en Cromañón. Esa noche, el Indio Solari habló poco, saludo públicamente a su médico personal, el doctor Guillermo, que Decadrom mediante venció sus brotes hipocondríacos y mejoró el caudal vocal para sostener más de dos horas de show. También se enojó cuando empezaron a volar zapatillas y otros objetos no identificados al escenario justo en el final de Sheriff : “¿¡Vos qué te creés, que esto es Los Violadores, boludo!? Pará la bola, me vas a embocar, gil. ¿Porque no venís al camerino a tirarme cosas?”, invitó furioso, como si en ese estadio repleto sólo hubiese dos personas.

Entre las programaciones electrónicas de los temas incluidos en Momo Sampler , desfilaron himnos de libertad ( El pibe de los astilleros , Juguetes perdidos ), perfectas proclamas roqueras ( Vamos las bandas , Mi perro dinamita , Nadie es perfecto ) y esos cheques en blanco que se completan debajo del escenario ( Ñam Fri Fruli Fali Fru , Jijiji ). Una despedida brillante, aunque nadie sabía que no se volvería repetir. “Angel de la soledad y de la desolación, preso de tu ilusión, vas a bailar a bailar… bailar”, dice la estrofa final del último tema que tocaron Los Redondos en el Chateau, y esa cita cercana a Jack Kerouac alcanza ribetes de dulce condena para la grey con más actos de fe que registra nuestro rock.

“De tu país ya no se vuelve ni con el yuyo verde del perdón”, dice el tango y la frase parece hecha a la medida del estado de veleidades que separa al Indio Solari de la pareja Skay y Poli. Por el momento, no hay visos de arreglo posible, la última disputa está ligada a la presentación final de Los Redondos y los derechos sobre el audio y las imágenes de ese concierto: “Hasta el día de hoy Poli y Skay están sentados sobre ese material, cuya custodia artística he reclamado en silencio público hasta hoy”, escribió Solari hace tres años en una carta abierta en respuesta a una entrevista publicada en La Nación , en donde Skay señalaba: “Todo se terminó cuando nos dimos cuenta de que uno de nosotros se quería apropiar de ese proyecto tan hermoso que fue Patricio Rey, que había nacido como la comunión y el aporte de muchos artistas y no los deseos de uno solo”. Poli prefirió no responder.

Del otro lado, en la infinitas parroquias ricoteras, hay una luz de esperanza que se agiganta en las redes sociales. Basta escribir en Facebook la súplica que se escucha en cada show de Skay o del Indio, “Sólo te pido que se vuelvan a juntar” aparece como un usuario repetido al servicio de la “Operación regreso”. Una serie de medidas -que van desde banderazos a junta de firmas- explica la necesidad que desvela hasta los más chicos, aquellos que nunca vieron en vivo a los platenses. Internet es un muro devocional en donde un souvenir paga alto: una entrada de los últimos recitales de Los Redondos cotiza entre 20 y 200 pesos en Mercado Libre. Entre los más entusiastas, existe la idea de promover una campaña para que la Real Academia incorpore el término “ricotero” al diccionario de la lengua. Obviamente es un sentimiento y, como ningún otro del ser rockero nacional, no puede parar.

Bed and breakfast en Budapest centro